El estado de resultados como el flujo de caja son dos herramientas muy poderosas dentro de las organizaciones, pero para entender sus beneficios, es importante saber que refleja cada una.
Un estado de pérdidas y ganancias muestra los ingresos, costos y gastos de una compañía en el periodo en que se realizan, independientemente de su pago o cobro; mientras que el flujo de caja refleja el flujo de ingresos y salidas de efectivo, es decir el momento en que se paga o se recibe cierto flujo de dinero. Con este ejemplo, se puede explicar de manera sencilla su diferencia, las ventas o ingresos de una compañía se generan en el estado de resultados en el mes en que ejecutan, pero si esas ventas o ingresos se dan a crédito, se recibirán en caja uno o dos meses después.
Dicho esto, el estado de resultados refleja la rentabilidad de una organización, mientras que el flujo de caja refleja el efectivo, la liquidez con la que cuenta.
Lo cierto es que estas dos herramientas no son útiles por sí solas. En Refinancia forman parte de nuestro día, estando inmersas en nuestra cultura y sistema de gestión financiera, haciendo parte de nuestro ritmo corporativo. De manera rigurosa, tenemos comités financieros mensuales en los que revisamos tanto el estado de resultados como el flujo de caja.
El estado de resultados nos permite revelar los logros-ingresos alcanzados por el equipo durante un periodo determinado y, asimismo, refleja los costos y gastos que se realizaron para alcanzar dichos logros, cuyo resultado es un indicador de eficiencia y nos sirve de medida para evaluar el desempeño, así como para corregir las posibles desviaciones y tomar planes de acción correctivos. Igualmente, el estado de resultados de la compañía lo bajamos a nivel de línea de negocio y cliente, permitiéndonos saber qué negocio o cliente es más rentable, así como ver dónde enfocarnos y qué palancas mover para lograr los objetivos organizacionales.
El flujo de caja nos permite ver la estabilidad financiera, la capacidad para pagar nuestras obligaciones, necesidad o racionalización de apalancamiento financiero, así como la posibilidad de hacer futuras inversiones en compra de cartera para el crecimiento orgánico del negocio. Si bien los dos nos sirven para ver el pasado y la situación actual, lo más importante es como los utilizamos para anticiparnos hacia futuras acciones. Es así como la proyección de estas dos herramientas y su seguimiento, cobran una importancia relevante dentro de nuestro ritmo corporativo.
Las dos en conjunto, nos revelan la rentabilidad, desempeño, potencial y los posibles riesgos de nuestros negocios, para así poder monitorear, alertar desviaciones y poder tomar decisiones que agreguen valor a todas nuestras partes interesadas, alcanzando los objetivos trazados por el equipo directivo y nuestros accionistas. La forma en como utilizamos estas herramientas define en gran parte el éxito de la organización, permitiéndonos planear y ejecutar nuestro sueño 2025.
Entonces, ¿cuál escoger?, la respuesta es sencilla, estas dos herramientas son fundamentales para la buena administración de las compañías, y las dos en conjunto se vuelven aún más poderosas que cada una por separado. La clave es saberlas usar de manera permanente y rigurosa para poder tomar acciones y decisiones en el momento adecuado.